Soy hombre. Y soy pediatra. Durante años, he visto cómo las mujeres sostienen la vida en todos sus matices. Desde la madre que no duerme pero sonríe al amanecer, hasta la profesional que desafía techos de cristal sin perder la empatía. Cada día, me enseñáis que la verdadera fortaleza no está en no caer, sino en levantarse siempre.

Las mujeres habéis sido pioneras en cada rincón de la historia. Ada Lovelace (1815-1852) imaginó la computación cuando ni siquiera existían los ordenadores. Con una visión adelantada a su tiempo, escribió el primer algoritmo de la historia. Rosalind Franklin (1920-1958) capturó la famosa Fotografía 51, la clave para descifrar la estructura del ADN. Sin embargo, su trabajo fue utilizado sin su consentimiento por Watson y Crick, quienes publicaron el modelo de doble hélice y recibieron el Premio Nobel en 1962, mientras ella quedaba relegada al olvido. No fue hasta años después que la ciencia comenzó a reconocer que sin Franklin, el descubrimiento del ADN no habría sido posible. Rosa Parks (1913-2005) desafió un sistema injusto al negarse a ceder su asiento en un autobús, iniciando el movimiento por los derechos civiles en EE.UU.

Y luego estáis vosotras.

Vosotras, que cada día os ponéis múltiples sombreros sin necesitar reconocimiento ni aplausos. Porque sois el sombrero blanco de la lógica, la que busca datos y soluciones cuando todo se desmorona. Sois el sombrero rojo de la emoción, sintiendo con intensidad y llenando de empatía cada rincón de la vida. Sois el sombrero negro de la precaución, la que prevé riesgos antes de que aparezcan. Pero también sois el amarillo, el optimismo que ilumina los días grises. Cuando hace falta creatividad, os ponéis el verde, inventando caminos donde antes solo había barreras. Y sí, en muchos momentos sois el azul, el sombrero del control, sosteniendo el caos para que todo funcione.

Lleváis en vosotras la fuerza de vuestras madres y abuelas. Sois su legado y su revolución.

Y no, no hace falta ser Superwoman. No hace falta poder con todo sin titubear. Permitíos dudar, caer, deteneros un momento. Porque la fortaleza no está en la perfección, sino en la capacidad de seguir adelante. La auténtica fuerza no es no tener miedo, sino caminar a pesar de él.

El 8 de marzo es un símbolo, pero vuestra lucha, vuestro esfuerzo y vuestra grandeza no caben en un solo día. Más allá del 8M, cada decisión, cada paso, cada avance sigue escribiendo la historia.

No necesito etiquetas, ni un movimiento que me diga que debo reconocer vuestro valor. No me hace falta #MeToo ni el feminismo para saber lo que sois y lo que representáis. Lo veo en mi día a día, en vuestro sacrificio, en vuestra entrega, en la inteligencia y la fuerza con la que afrontáis la vida. Lo sé porque lo he vivido, porque os veo y porque os valoro simplemente por lo que sois.

💜 Hoy y siempre, el futuro se escribe con vuestro nombre.